viernes, 19 de abril de 2024

Alfonsina Storni en 50 poemas (selección y prólogo de Silvia Miguens)

"Alfonsina sí vuelve" dice en la última página, en una sutil nota al pie, esta edición cuidada de Tres Cantos que trae de vuelta los versos de Alfonsina Storni, la gran y libre poeta Argentina que nació en 1892 y se suicidó en 1938.

El título anuncia 50 poemas de Alfonsina Storni, pero el volumen incluye varias sorpresas. Para empezar, un prólogo lúcido, completo y ameno de la profesora y escritora argentina Silvia Miguens, quien ofrece detalles de la vida de Alfonsina que sirven para desentrañar claves de sus poemas. El prólogo cuenta que Alfonsina fue una mujer tremendamente libre en una época en la que esto no era común: fue madre soltera, trabajó en distintos oficios, escribió y vivió de su escritura y cultivó contactos con escritores como Borges y Quiroga.

El prólogo da cuenta de un viaje en 1938, poco antes de morir y cuando ya estaba enferma de cáncer, a Colonia del Sacramento, a un encuentro 
 junto con Juana de Ibarbourou y Gabriela Mistral. En el público está la muy joven Idea Vilariño. También cuenta el profundo impacto que le causó el suicidio de Horacio Quiroga, quien se quitó la vida anticipándose a lo que ya estaba haciendo el cáncer. El poema "Presentimiento" y el poema dedicado a Horacio Quiroga e incluido en este volumen permiten ver cómo la idea del suicidio fue largamente contemplada por Alfonsina y no fue un impulso súbito con desenlace fatal.
Además del prólogo, el libro trae dos textos en prosa escritos por Alfonsina Storni. Al comienzo aparece ¿Quién soy? un autorretrato escrito poco antes de su muerte, y al final está "Breve explicación", un texto en el que ofrece algunas claves sobre su proceso de escritura. En medio de estas dos esquiciteses están los 50 poemas seleccionados por la profesora Silvia Miguens, tomados de "El dulce daño" (1918), "Irremediablemente" (1919), "Languidez" (1920), "Ocre" (1925), "Mundo de siete pozos (1934), "Mascarilla y trébol" (1938). Además se incluyen varias poesías que no fueron incluidas en libros. 

Por tratarse de una antología que incluye poemas de distintos libros, escritos en un lapso de 20 años, 50 poemas de Alfonsina Storni ofrece una mirada panorámica sobre la obra de la argentina. Es una selección de lo mejor de su obra y, en consecuencia, este libro es una buena puerta de entrada para conocer a una de las más grandes poetas hispanoamericanas de la primera mitad del siglo XX. Su nombre suele aparecer al lado de Juana de Ibarborou y Gabriela Mistral, pero quizás Alfonsina fue la más libre y feminista de las tres.

Algunos subrayados

Del prólogo:
"Alfonsina utiliza las secciones femeninas de las revistas, que alentaban la mansedumbre y el amor romántico. Se burla, rompe con el estereotipo de la mujer y el de la novela sentimental de la época, cuya característica era el conformismo" (p. 21).

De ¿Quién soy?
me agrada que las telas no se arruguen para no tener que plancharlas continuamente (p. 31).

Duermo unas once horas diarias para desarrugar la piel de la cara y los nervios (p. 32). 

De "Capricho"
bien se ve que tenemos adentro un mar oculto (p. 42)

De "¡Oh, tú!"
Yo quiero, Dios de dioses, que me hagan nueva toda.
Que me tejan con lirios; me sometan a poda
Las manos del Misterio; que me resten maleza.
Tus labios no se hicieron para curar tristeza (p. 47).

De "Tú me quieres blanca"
Tú me quieres alba,
Me quieres de espumas,
Me quieres de nácar.
Que sea azucena
Sobre todas, casta.
De perfume tenue. 
Corola cerrada (p. 48).

De "Presentimiento"
Para acabarme quiero una tarde sin nubes,
Bajo el límpido sol,
Nazca de un gran jazmín una víbora blanca
Que dulce, dulcemente, me pique el corazón (p. 52).

De "Silencio"
Un día estaré muerta, blanca como la nieve,
Dulce como los sueños en la tarde que llueve (p. 58).

De "Bien pudiera ser..."
A veces en mi madre apuntaron antojos
De liberarse, pero, se le subió a los ojos
Una honda amargura, y en la sombra lloró.

Y todo eso mordiente, vencido, mutilado,
Todo eso que se hallaba en su alma encerrado,
Pienso que sin quererlo lo he libertado yo. (p. 66).

De "Cuando llegué a la vida"
-¡Vigiladme los ojos! Cuando cambian los vientos
El alma femenina se trastorna y varía...(p. 92)

De "Tú, que nunca serás"
Ah, me resisto, mas me tienes toda,
Tú, que nunca serás del todo mío (p. 93)

De "Pasión"
el hombre en cuya llama quisieras deshacerte
¡como al golpe de viento las columnas de humo! (p. 112)

De "A Horacio Quiroga"
No se vive en la selva impunemente (p. 120)

De "Breve explicación"
ya que escribí la mayoría en pocos minutos, a lápiz, en un lugar público, en un vehículo en movimiento o en mi lecho despertando a deshora; aunque cepillarlos me haya demandado meses (p. 126).

Alfonsina Storni en 50 poemas (selección y prólogo de Silvia Miguens)
Ediciones Tres Cantos
Pereira
Abril de 2024
128 páginas

martes, 16 de abril de 2024

El fulgor moribundo, de Jorge Urrutia

Al cumplirse los 100 años de la publicación de La vorágine hay un interés renovado por releer este clásico de la literatura colombiana, escrito por José Eustasio Rivera, y en el marco de esa relectura, hay un "boom" de ensayos, análisis y nuevas visiones sobre esta novela. La condición de los clásicos literarios es precisamente esa: su permanente revalorización a partir de las nuevas miradas que se hacen sobre un texto que, a pesar del paso del tiempo, le habla a nuevas generaciones.

El profesor español Jorge Urrutia acaba de publicar El fulgor moribundo, frase que corresponde a una línea de La vorágine y que le sirve para titular este ensayo, escrito con la erudición de un profesor emérito pero con la claridad suficiente para despojarlo del acartonado lenguaje académico y acercarlo a lectores desprevenidos que quieren comprender mejor esta novela magistral.

En 200 páginas bellamente editadas por Ediciones Tres Cantos, de Pereira, el profesor Urrutia desarrolla una hipótesis que parece obvia pero no lo es: La vorágine es una novela y hay que leerla como tal. Es decir, aunque tenga poesía, aunque tenga testimonios y aunque tenga denuncias, todo eso está englobado dentro de un marco literario que se llama novela, que tiene unas pretensiones estéticas. Esa es la brújula para leer el libro. 

Urrutia recuerda que José Eustasio Rivera adquirió en Belém (Brasil)
Infierno verde (1908), de Alberto Rangel, y A margen da historia (1905), de Euclydes da Cunha y encuentra resonancias de esos dos libros en La vorágine. Así mismo recuerda que Rivera oyó de su amigo Luis Franco Zapata la aventuraque este vivió en 1912 con su novia Alicia, y por lo tanto no hay posibilidad de leer La vorágine en clave autobiográfica.

El fulgor literario es un estudio literario sobre una novela y por ello su autor se ocupa poco de la vida de José Eustasio Rivera y, en cambio, se centra en el texto literario: en sus huellas modernistas, en su diálogo con las novelas de plantación y en los juegos literarios que propone. El fulgor literario es un libro interesante para lectores inquietos por la lectura de La vorágine, pero también para quienes tienen interés en la lectura crítica de textos literarios, porque muestra una metodología para acercarse a una obra  desde las claves que ofrece el texto. Es, por lo tanto, el libro de un escritor, pero sobre todo es el libro del lector atento e informado que muchos lectores aspiran ser.


Algunos subrayados

Un escritor debe aprender a mentir, y la primera mentira se corresponde con su primera invención: quién cuenta la historia (p. 20).

todo autor escribe desde dos tipos de experiencias: la vivida y la leída (p. 20).

Mentir puede hacerlo cualquiera, convencer de que una ficción escrita responde a la verdad sólo le es factible al escritor (p. 21).

esa construcción se eleva con una estructura argumental que responde a la tradición literaria, aquella e la novela de viajes y aventuras. Además, escribe con una prosa de origen modernista (p. 22).

Posiblemente La vorágine en el momento de su publicación primera, cumplía (por medio de un lirismo a veces feísta en su prosa) más una función política nacionalista que la función social de denuncia de las condiciones de los trabajadores que se le adjudicó posteriormente (p. 27).

Lo que resultaría abusivo es interpretar la novela como un libro de sociología o de antropología, cuando es una obra de ficción en cuya escritura se manejaron hechos más o menos comprobables (p. 27). 

Atala (1801), de Chateaubriand (...) descubre para la literatura moderna el paisaje americano (p. 37). 

Rivera se plantea una novela de amor y aventuras, dentro del modelo clásico interiorizado (p. 50).

Los primeros reseñistas y críticos no dejaron de resaltar el estilo fragmentario o a saltos que muestra muchas veces la obra (p. 57)

creo que su observación sobre la existencia en el Modernismo de un carácter romántico es acertada y que es perfectamente aplicable a José Eustasio Rivera (p. 67).

Surgen así tendencias sólo aparentemente contradictorias: la preocupación nacionalista (muy fuerte en Argentina) sin abandonar el contacto con las literaturas europeas, un nuevo discurso indianista, el interés por el lenguaje coloquial, una reevaluación del pasado colonial o, al mismo tiempo, el redescubrimiento de los valores de la hispanidad (p. 68).

Y, en 1850, Herman Melville escribió: "Ningún escritor americano debería escribir como un francés o un inglés" (p. 71)

Era tema normal entre los burgueses "la cotidianidad comartida entre su casa permanente y su estancia en la hacienda [...] y el desplazamiento por las regiones durante los viajes [...] los narradores señalaban los sufriemientos de los personajes y la dureza del entorno" (p. 76).

de todos los peligros que acechaban a Hispaonamérica, el mayor es la voracidad de los anglosajones. De ahí que se proponga un panhispanismo (p. 77).

la narración testimonial, que surge desde los frentes de batalla europeos, y las discusiones soviéticas sobre la literatura obrera y proletaria dejarán su huella en la narrativa hispanoamericana, aunque la separación de Europa hace que todo se oriente, como particularidad, hacia la lucha con la naturaleza, en el caso de Rivera, los llanos y la selva (p. 79). 

Europa estaba reflexionando sobre los modos de narrar, sobre el sujeto de la narración y sobre la penetración psicológica. Incluso experimentaba sobre la posibilidad de una novela que prescindiese de la ficción. En Latinoamérica, en cambio, se trataba de crear la propia novela, de conseguir con ella intrepretar las realidades nacionales. No importan, pues, la calidad ni la trascendencia, sino la función (p. 83).

desarrollándose la historia en dos territorios distintos, los llanos del Orinoco y la selva amazónica, por regla general la crítica y los distintos estudios sólo se refieren a la segunda, con olvido de los primeros, donde transcurre toda la primera parte, un tercio de la novela (p. 95).

Se trata, pues, de una novela plural. Estos relatos intercalados permiten conocer la vida de los caucheros en la selva, así como de una serie de aventureros que entran y salen de la novela (p. 97).

Es imposible hacer propia la vida ajena, sólo es posible transformarla en relato. Tejerla (p. 111).

La estructura narrativa se basa en dos procedimientos constructivos ampliamente utilizados en la historia de la literatura y aún vigentes en la literatura contemporánea. Uno es el relato amoroso de aventuras que conocemos como "novela bizantina"; el otro es la estrategia del relato marco, entrelazado con el procedimiento del manuscrito encontrado y transcrito (p. 114).

La mirada míticamente negativa de la naturaleza que ofrece la novela filtra la visión que llegamos a poseer del territorio. Una novela pretende (a través de un proceso de selección, invención y composición) la creación de un mundo, no aspira a ser una guía turística ni un manual escolar, ni menos aún un estudio antropológico, étnico o botánico. Además, conviene no leer la obra literaria a partir del contexto, sino, por el contrario, acudir a éste desde la obra literaria, porque el arte no se relaciona con la realidad elemento a elemento, sino desde la totalidad (p. 117).

Estamos, evidentemente, en un juego literario según el cual Rivera inventa y Rivera que corrige el escrito de Cova, para que luego el primer Rivera titule un escrito del segundo Rivera cuya existencia sólo pudieron conocer el ministro y, tal vez, alguien de su secretaria. Claro que el segundo Rivera, Arturo Cova y el ministro sólo son invenciones del primer Rivera. Todo este pequeño rompecabezas corresponde a la literatura, nunca a la vida (p. 135).

La vorágine es una construcción literaria, no una fotocopia -y menos aún una radiografía- de la vida en los llanos y en la selva (138.


El fulgor furibundo. Comprender La vorágine
Jorge Urrutia
Editorial Tres Cantos. Colección Finisterre
Pereira
Abril de 2024
200 páginas

domingo, 7 de abril de 2024

Dimensión de la angustia, de Fabiola Aguirre Suárez

En enero de 1952 Fabiola Aguirre Suárez (firmó en una época como "de Regueros" y luego "de Jaramillo) publicó en Bogotá "Dimensión de la angustia", una novela que desde la primera página se anuncia como "un ensayo sobre filosofía desde el punto de vista femenino".

Ara Elicechea Uribe es una niña huérfana de madre, hermana de Ruth y de Leandro. Su padre muere cuando ella aún es pequeña y por lo tanto los tres huérfanos quedan al cuidado de su abuela materna, Evelia de Uribe, quien aparece en la novela como una mujer dura y arribista.

La novela está escrita en clave autobiográfica y cuenta la vida de Ara desde su primera infancia en Manizales, su llegada a Bogotá, su paso por internados de monjas, su vida de infierno en casa de la abuela, su matrimonio temprano con Reynaldo Moore, el nacimiento de su hijo Lucio, el ingreso de Ara a la Universidad a estudiar sociología (Fabiola Aguirre estudió derecho) y lo difícil que resulta para una mujer casada acceder a la educación superior y ganarse el respeto de los compañeros. Luego Ara enviuda, se gradúa de la Universidad, trabaja en labores sociales y políticas, escribe poesía, asiste a mítines políticos y conoce a un segundo amor.

Esta segunda pareja es Juan Londoño, con quien dialoga a lo largo del libro. La estructura de la obra consiste en 25 capítulos precedidos de una introducción que es una carta de Fabiola Aguirre a Ara. El capítulo 1 muestra a Ara subiendo al Nevado del Ruiz, que es el recuerdo que ella tiene de su infancia en Manizales, porque el Nevado se veía desde su casa. Mientras asciende al Nevado conversa con Juan y le va contando su vida y así avanzan los capítulos. A veces narra a manera de monólogo (Juan interviene muy poco) y a veces son digresiones: flujos de consciencia sobre asuntos que Ara piensa o recuerda pero no le cuenta a su acompañante.

Esta novela, la segunda publicada por una mujer caldense en formato de libro después de "Una Mujer", de Natalia Ocampo de Sánchez, es un libro adelantado a su tiempo, que permite hacerse una idea fiel de la situación de las mujeres en Colombia en la primera mitad del siglo XX, y en donde la autora narra con gran nivel de detalle porque le interesa dejar constancia de las inequidades que denuncia. Si bien Simone de Beauvoir publicó en 1949 El segundo sexo, en Colombia la literatura aún no registraba reivindicaciones femeninas de una manera tan clara como lo hace Fabiola Aguirre en esta novela, en la que habla todo el tiempo de las brechas entre sexos, de la violencia en el matrimonio, la necesidad de educación para las mujeres, defiende el divorcio y reflexiona sobre el suicidio. El final de la obra resulta cinematográfico: se ubica en el Nevado del Ruiz, con Ara perdida y envuelta por la niebla. Un suicidio que no parece suicidio, tal y como ella, mujer libre, lo deseó.

La novela es narrativa, sobre todo en la parte de la infancia y juventud de la protagonista, pero a medida que crece el texto se convierte también en un espacio de reflexión intelectual, un "ensayo sobre filosofía desde el punto de vista de la mujer". La autora, por ejemplo, propone el concepto de "matria-potestad" (p. 341) para reclamar que la sociedad dé más relevancia a la relación madre-hijo como eje de la construcción social. 

Ara, la protagonista, lee autores como Lord Byron, Whitman, Ortega y Gasset, "Vida de Madame Curie", "La Mujer", de Severo Catalina, "El alma de la mujer", de Gina Lombroso, "La mujer nueva y la moral sexual", de Alejandra Kolontay, Marx, Husserl, Hartmann, Houston, Stewart, Chamberlain. Para su formación sobre teorías sobre el Estado menciona a  Jelinek, Duguit, Lasky, Larenz, Marx, Hegel y Maquiavelo. Este bagaje, extraño para una mujer de su época, corresponde al de Fabiola Aguirre, una de las primeras abogadas en graduarse de la Universidad Externado de Colombia, y militante en el movimiento de Jorge Eliécer Gaitán y luego junto a Esmeralda Arboleda, hasta que partió para Estados Unidos hacia 1954, durante la dictadura del general Gustavo Rojas Pinilla. Fabiola Aguirre murió en Estados Unidos en 1997.

Algunos subrayados
realmente imposible era el que en el actual desarrollo de nuestro medio alguien tomara en serio a "una mujer filósofa", así fuese original su pensamiento (p. 5).

¿Por qué quiero escribir un ensayo sobre filosofía desde el punto de vista femenino? (p. 5). 

la fuerza de tus experiencias interiores y el climax de tus intuiciones siempre fueron superiores al lenguaje en que yo pudiese describirlos (p. 7).

El instito le indicó que quien vive camina, porque el primer paso es el impulso fatal del segundo; que un paso engendra otro paso, y que para no andar es necesario no nacer (p. 9).

entre pensar y recordar hay una gran diferencia: el recuerdo es emocional y el pensamiento racional.

se recordó pequeña en su ciudad natal empinada en el filo de una cordillera colombiana; Manizales, la misma ciudad serena que hace poco tiempo tuviera que atravesar para poder venir en busca del Nevado del Ruiz (p. 11).

Los hechos de su primera infancia eran borrosos; solamente recordaba que desde su cuarto limpio y claro, situado en un segundo piso, casi todas las mañanas divisaba el Nevado (p. 11). 

a instancias de miles y miles de fantasías donde figuraban castillos y grutas; sílfides, brujas, ogros, gigantes, almas de muertos, enormes mariposas y los demás protagonistas de los cuentos que Yaya e contaba, este Nevado del Ruiz se me fue volviendo el lugar encantado en donde todos esos fantásticos seres se escondían de día y se agitan libres de noche (p. 13). 

Tengo presente el solar de mi casa con sus inmensos eucaliptus; la finca de "El Arenillo" con sus guamos y su bella avenida de naranjales; vagamente recuerdo una quebrada cristalina; todo lo demás, cosas y personas, se esfumaron de mi memoria (p. 14).

Las discusiones me llenaban de vergüenza, no tanto por lo que en ellas se decían sino porque con una inconsciente estética de clase aquello me parecía vulgar, plebeyo, en gentes de nuestra posición social (p. 24). 

De uno de ellos oí la descripción de sobre cómo se les enseñaba a ser "machos". El método variaba según las circunstancias, pero siempre conducía a que el muchacho debía portarse a la altura de los mayores más valentones y fornidos (p. 25). 

...por toda la raza antioqueña en general, pues en la mayoría de sus hogares siempre se registra la fuga de sus hombres aún adolescentes. El afán de independencia pronto se predica de esa rigidez, de ese concepto patriarcal, feudal, que en Caldas y en Antioquia se tiene del hogar (p. 27).  

En estos pueblos, el hijo más que hijo es un súbdito feudal al que de antemano se enseña a cultivar la parcela que le ha de corresponder, o a gerenciar la fábrica en caso de incapacidad paternal (p. 27) 

me dolía de que no hubiera tantas heroínas y mujeres grandes como hombres había en la historia (p. 31). 

Las monjas dicen que las cosas mundanas son malas y que en el mundo hay muchas que es nagural que los hombres hagan, pero que es mal visto que hagan las mujeres. ¿Será que es cosa mundana hacer versos y ésto es feo en las niñas? ¿Se burlaron de mí porque hice cosas de hombre, o únicamente porque no me quieren? ¡Qué triste entonces es ser mujer y vivir en este colegio! (p. 36). 

mi abuela dijo a tía Hortencia -un día que sirvió más postre a tío Clemente- que a los hombres había que preferirlos, porque eran superiores a las mujeres y trabajaban más (p. 36). 

Volví a hacer versos; algo superior a mis promesas me obligaba a escribirlos, así fuese llena de temor y con el espanto del ridículo acechándome siempre (p. 47). 

usted no sabe las horas tan amargas que se pasan en el colegio cuando un niño no tiene un cesto de frutas o dulces, y por eso los otros lo tratan de pobre (p. 59). 

Yo no sé, es algo vago. Es un malestar que no sé, a ciencia cierta, si es en el alma o en el cuerpo; es cansancio, es vergüenza, es miedo de ser mujer, es incertidumbre... No, no es esto, es aburrimiento de ser mujer. No, pero tampoco; es más bien como una angustia de mi cuerpo, es como una soledad, como un terror que me pesa (p. 61). 

Mi abuela sentía un enorme fastidio por mi manera de ser y me llamaba la escribana (p. 67).

vergüenza debía darte estar perdiendo el tiempo en librotes en vez de estar bordando o remendando la ropa (p. 67). 

fue leyendo estos libros cuando por primera vez supe que había mujeres que protestaban públicamente de su condición de inferioridad y que el feminismo tenía que agitarse como bandera de lucha (p. 66). 

El estudio superior no es cosa para mujeres (p. 69). 

-Oiga, niño, no me diga más "niña" (p. 70).

Aprende a ser mujer con el corazón como lo eres con la cabeza (p. 73).

Si con lo que sabe tiene de sobra. Ni más faltaba una bachillera en mi casa! (p. 74).

Entienda de una vez para siempre, carajo, que quien lleva revólver y pantalones no pertenece a un pueblo de maricos y que en mi casa hablo como me da la gana, carajo, porque aquí soy yo el macho! (p. 81).

La poesía no tenía para mí atracción alguna (p. 82) 

"Eh Ave María, querida; una mujer sin máquina de coser no es mujer. Decile a tu marido que te la compre (p. 83).

comprendía perfectamente el significado de esa unión para toda la vida; y porque era perpetua e irreparable tenía que forzarme a estar enamorada; esto es en últimas lo que llaman deber de esposa (p. 87).

En política y en derecho internacional, el que triunfa no es el que más piensa, sino el que más habla (p. 90). 

confundía mi temor con el respeto y no se daba cuenta que a quien se teme no se respeta ni menos se ama (p. 90). 

la sociedad no veía bien la separación conyugal en una mujer (p. 97). 

Entendía como ahora, que la mujer es más mística, más humanitaria y por ende, en este sentido, millones de veces más sincera que el hombre (p. 99). 

Yo estaba de acuerdo (¡y tenía por qué estarlo!) en que era aberrante e injusto el que un cónyuge desgraciado tuviera que soportar eternamente su tragedia sin que se le diera libertad para remediarlo (p. 100).

El comunismo que sacrificaba el individuo a la felicidad de la especie con sus propias doctrinas, acabaría por aniquilarla y dejarla seca como una retama (p. 101). 

Para que no me llamaran con nombres tan cursis como "poetisa" o "diva" hace mucho tiempo que renuncié a hacer versos o a cantar (p. 107). 

―Con tal que tu marido te tenga todo lo necesario aun cuando de puertas para afuera haga lo que se le de la gana.
Este consejo o precepto, en una u otra forma, ya antes lo había oído y lo sigo oyendo en labios de nuestras mujeres. Casi puede decirse que así piensan la generalidad de las casadas del país (p. 110). 

¿Cuál es el valor de la vida de una mujer? ¿A la mujer se le deja vivir o simplemente se le permite vegetar? (p. 114). 

Dar a luz no es lo que a la mujer engrandece (la perra, la foca o la hiena son también madres). (p. 116)

Por aquel tiempo causó sensación el decreto presidencial por el cual se le otorgaba a la mujer el derecho de entrar a la Universidad; derecho hasta entonces vedad para ella (p. 129).

-Es la primera mujer casada que llega a la Universidad (p. 136).

-En toda la Universidad sólo hay tres mujeres que van a romper estos prejuicios (p. 139).

se comentaba desfavorablemente mi entrada a la Universidad (...) la virtud de una mujer casada sólo se conservaba pura, resguardada por las paredes del hogar (p. 141). 

Se me fue definiendo una estructura mental para aprehender los fenómenos existenciales ya no con el criterio de simple mujer instruída sino con la entidad de la angustia, del por qué y el para qué de las cosas y valores (p. 142). 

Me parecía, como ahora me parece, atroz y bárbara esta fúnebre diversión de las visitas de pésame (p. 148). 

toda nuestra ética familiar, política y social gira alrededor del sexo... (p. 159). 

pero sé más cariñoso conmigo y más benevolente cuando en mí notas fatiga. No sólo quiero que ames a la mujer fuerte; necesito ante todo que comprendas y protejas a la mujer débil que hay en mí (p. 162). 

su realidad es muy distinta a lo que imaginamos antes de estar en contacto con ella. Uno supone que en la Universidad debe vivirse en función del espíritu científico, que allí vamos a estar muchísimo más cerca de las instituciones patrias, de su cultura y de sus problemas (p. 167). 

Como no llevaban la firma de un hombre muy pronto fueron olvidados y cosa curiosa: muchas, pero muchísimas veces más tarde aparecían esas mismas ideas suscritas por un señor y entonces hay que ver cómo se le comentaba y aplaudía. (p. 168). 

Todo en este país tiene el sello de la política; aún las mismas instituciones culturales o los mismos estímulos que crea para el objeto de demostrar a la opinión que se es más generoso que el adversario (p. 170).

La política de ocasión, la política de odio y de resentimientos personales, que es la nuestra, es como un vaho que ha entrado en todos los poros y los resquicios de nuestra vida (p. 170).

No tengo ningún dolor; simplemente estoy cansada de jugar, toda la vida, a ser una mujer fuerte (p. 181). 

El amor solo tiene significación cuando ha enriquecido nuestra vida o cuando ha embellecido su curso; lo demás son caricias, suspiros y palabras que no dejan huella, ni valen la pena recordarse (p. 188). 

el escritor que sacrifica los valores espirituales a las conveniencias del momento, monetarioas, electoreras o sociales, no es un intelectual; es un burgués o un proletario intelectualizado, según su clase (p. 196). 

estudia, sí, pero para pulir tu temperamento intiuitivo, no para ahogarlo (p. 203). 

no pienso entregarlos con mi nombre; yo sé que tengo el "Inri" de ser mujer, y que mientras sea yo la autora, la obra no valdrá nada; será deslustrada por el solo hecho de no suscribirla un hombre. (p. 204). 

mira, la poesía para mí es como una onda que capta, muy débilmente sin embargo, ciertas vivencias, ciertas intuiciones y estados de beatitud o de interior contemplación cósmica. El lenguaje simbólico de la poesía, a falta de palabras idiomáticas que expliquen muchos fenómenos interiores, es hasta el presente el más adecuado medio para expresar sentimientos y sensaciones metafísicas (p. 220).

yo no estudio para aprender sino para saber y no quiero saber para repetir sino para pensar (p. 221).

Todo "lagarto" es canalla cuando se le presenta la ocasión (p. 235).

es una cobardía estar sentado, como mero juez cerebral ante la angustia del mundo, ante el desmoronamiento de la patria, pudiendo unirnos a los que queren reformar este estado insoportable y doloroso (p. 251).

¿no ves que la única ventaja que tiene una mujer aquí, es precisamente que por no tener importancia puede hacer y deshacer sin que nadie se ocupe de si causa daño o no? El peligro no es que me lleven a la cárcel sino que me decreten manicomio (p. 252).

revela una capacidad vigorosa, un estilo ya formado y una resolución masculina de no ocultar, de no disfrazar siquiera, el propio pensamiento (p. 258). 

-Usted misma, Ara, no tardaría en sentirse fastidiada cuando sus alumnoz comenzaran a faltar a la disciplina y se manejaran más como hombres curiosos que como estudiantes (p. 262). 

-¿Con decir a los ricos que odiamos a los oligarcas estamos amando al pueblo más que ellos? ¿No sería mejor predicar menos el odio al poderoso y querer más eficazmente el bienestar colectivo? (p. 267).

-Todos los seres, absolutamente todos, tienen su aspecto comprable; lo que pasa es que hay que descubrirlo (p. 272)

pensaba para mis adentros: el que siempre obra con criterio de compra, con el mismo criterio se vende; dos aspectos de una misma moral (p. 272).

Nunca he podido soportar impasible ni alteraciones ni personas extrañas en mi vida ordinaria. Le tengo terror a cualquier modificación, por benéfica que sea (p. 273).

No hay nada tan grotesco en el mundo como la elegancia de un nuevo rico (p. 280).

yo no puedo graduar ni contener la vida, porque mi vida soy yo, porque mi vida, dondequiera va conmigo y tengo que vivirla, así como tengo que respirar el aire que me circunda por más fétido o envenenado que éste me parezca. Fatalmente tengo que vivir, así sea para angustiarme todos los días y para agonizar continuamente (p. 286).

Debo cargar con mi vida porque no tengo siquiera el derecho a la muerte!
Pero aunque no es mía la libertad de morir, porque mi vida es un apéndice de la de Lucio, no por esto deja de ser tan fácil la muerte; tan fácil! tan fácil! (p. 286).

aún insonscientemente llegué a buscar la muerte (p. 290).

Precipitar mi muerte no es pues, faltar al deber y en cierto modo, es así como lo cumplo mejor, ya que dejo de ejercer una influencia perniciosa en la vida de mi hijo (p. 291). 

Los días pasaban deliberando conmigo misma sobre la forma más conveniente de matarme sin dejar sospechas de suicidio (p. 291). 

no tengo siquiera la libertad de la locura; debo ser heróicamente cuerda!
Casi no pude contener la desesperación cuando acabé aceptando definitivamente, que de ninguna manera podía liberarme de la vida (p. 292).

Luchar es precisamente lo que he decidido no volver a hacer jamás, porque quien lucha, se cree con el derecho de exigir a la vida y precisamente en esto consiste la desilusión y el fracaso. En cambio, a quien no lucha ni ambiciona le queda por lo menos, el orgullo muy trivial pero muy consolador, de saber que los éxitos no le llegaron porque no los buscó, porque no los quiso. Por esto no volveré a ambicionar nada mejor que el presente (p. 293).

Toda persona que siente sinceramente la suerte humana y que se preocupa por su pueblo y de su patria jamás podrá deslindarse de la política (p. 321). 

-La libertad de pensamiento, de palabra, de acción y de vocación se te van a cercenar con el casamiento. ¿Has pensado en esto? (p. 333).

ningún prestigio es firme si no está respaldado con el dinero (p. 338). 

-Qué triste es ser mujer sin haber sido una niña! (p. 346).

La mujer lleva en su vientre el futuro del mundo, pero hasta ahora hemos sido apenas, las hacedoras, las paridoras de individuos, no las creadoras responsables de personas (p. 351).

más por desconcertante paradoja es precisamente el cristianismo la religión que tiene un más recio y afirmativo simbolismo materno; toda ella se alza sobre la veneración Madre-Hijo (p. 352).

-¿Por qué habría de nacer yo bajo el signo de este siglo? (p. 356).

-Yo soy angustia; por eso es que mi espíritu quiere a veces saltar como este corazón. Y con tanta frecuencia es tan hondo ese desear, este anhelar, este temblar por la verdad y la belleza que quisiera deflaglarme en mil átomos ideales, en mil cuantas esenciales y desparramarme por todo el universo y disgregarme en todos los ámbitos (p. 358). 


Dimensión de la angustia
Fabiola Aguirre Suárez 
Talleres Gráficos de Antares
Bogotá, enero de 1952
362 páginas

domingo, 17 de marzo de 2024

La Vorágine, de José Eustasio Rivera

Aunque algunos dan por descontado que José Eustasio Rivera leyó "El corazón de las tinieblas", el libro que Joseph Conrad publicó en 1899 y que narra el horror de la explotación colonial belga en las selvas del Congo, las profesoras Margarita Serje y Erna von der Walde aseguran que ni Rivera leyó a Conrad ni Conrad leyó a Rivera.

Se diría entonces que fue casualidad que surgieran dos novelas tan similares con tan pocos años de diferencia, pero más que la casualidad es el auge del colonialismo y la explotación capitalista la que explica el surgimiento de este tipo de relatos. Con ese contexto y con los viajes que realizó por el oriente y el sur de Colombia, José Eustasio Rivera publicó hace un siglo, en 1924, "La Vorágine" la novela que fue escogida por la Revista Arcadia como la más importante del siglo XX en Colombia, y que también ocupó el primer lugar en el estudio sobre las 200 obras más importantes de la literatura republicana en Colombia, realizado en 2019 por la UTP, la Feria del Libro de Manizales y La Patria. 

La Vorágine está narrada por Arturo Cova, un poeta bogotano que huye de la ciudad con su novia Alicia, quien está embarazada. El recorrido los lleva a Meta y Casanare, luego a Vichada y Vaupés, en un viaje que cada vez se torna más hostil, no solo por la naturaleza agreste que al final no permite ver el sol, sino también por la violencia en el entorno y por la angustia interior que sufren los personajes.

La relación entre Cova y Alicia es el telón a partir del cual Rivera denuncia la situación de esclavitud que viven los indígenas y algunos colonos en el sur del país, a manos de la Casa Arana y de caucheros que ejercen control territorial y violento en vastos territorios sin autoridad legal. A este respecto resulta premonitoria una frase de Cova, hacia la mitad del libro: "cuente usted con que la novela tendrá más éxito que la historia": de las caucherías sabemos más por La Vorágine, y por El sueño del celta, la novela que publicó en 2010 Mario Vargas Llosa, que por los libros de historia.

La Vorágine se divide en tres partes de similar extensión: la primera cuenta la salida de Cova y Alicia desde Bogotá, pasando por Cáqueza, para llegar al Meta y luego a Casanare. En esta parte de la novela Cova y Alicia están juntos, aunque la relación es tensa, y el espacio de la narración es el Llano colombiano,con sus faenas de vaquería, sus atardeceres y las jornadas a caballo.

En la segunda parte irrumpe la selva. Alicia y la niña Griselda se han ido con Barrera, el cauchero, y Cova y Franco, la pareja de Griselda, emprenden la búsqueda de las dos mujeres a través de las selvas del Vichada. El paisaje se vuelve cada vez más oscuro y difícil, Cova entra en contacto con comunidades indígenas que no comprende y se observa cada día más extraño en un territorio que ofrece amenazas internas y externas que socaban la paz mental del personaje. Hacia la mitad del libro aparece el viejo Clemente Silva, quien les narra su historia sobre la búsqueda de su hijo Luciano y las vejaciones que sufren los indígenas y colonos a manos de los caucheros.

La tercera parte es la llegada de Cova, Clemente Silva, Franco y Helí Mesa al corazón de las tinieblas: a la cauchería que regenta la madona Zoraida Ayram y en donde El Cayeno y El Váquiro ejercen control a punta de terror. En esta parte la violencia se siente real y cercana y al final, como lo escribe el cónsul, los devora la selva.

Es una verdadera lástima que los profesores de colegio obliguen a leer La Vorágine, un libro rico en referencias que se escapan para un lector principiante, que estará mucho más cerca de aborrecer el lenguaje del texto que de apreciar su maestría. En cambio, un lector más informado, puede encontrar en esta obra monumental varios hilos para comprender la historia nacional y el contexto en el que se desarrolla su historia.

A un siglo de haberse publicado, encuentro al menos tres razones por las cuales La Vorágine es la gran obra literaria del siglo XX en Colombia:

En primer lugar, como lo dice Arturo Cova al final del libro, "a esta pobre patria no la conocen sus propios hijos, ni siquiera sus geógrafos". Cova ha visto un "mapa costoso, aparatoso, mentiroso y deficientísimo" elaborado en Bogotá y la novela presenta una cartografía de zonas desconocidas que equivalen a la mitad del territorio nacional y que se ignoran por mucho más de la mitad de la población. Rivera propone un viaje por nombres, ríos, llanos y selvas de las que el lector tiene poco o nulo referente: río Curicuriarí, río Yurubaxí, Río Negro, Guaracú, Yaguanarí, chorros de Atures y de Maipures, caños Mica y Rayao, Río Inírida, Río Guainía, Río Isana, Río Apaporis, Río Taraiza y una cantidad de referentes que se extienden desde Iquitos hasta Manaos y que resultan imposibles de ubicar en el mapa para la mayoría de los lectores. 

Un segundo elemento vigente en la novela es la lectura sobre la violencia, que se presenta desde la primera línea famosa: "Antes de que me hubiera apasionado por mujer alguna, jugué mi corazón al azar y me lo ganó la violencia". "La Vorágine" incluye todos los repertorios de violencia: violencia física, violencia sexual, violencia colonial, explotación económica, violencia contra los indígenas, etc... hay homicidio, suicidio, golpes, trampas, engaños, estafas y esclavitud. Hay armas de fuego winchester, armas blancas, muertos en ríos, muertos por animales, decapitados, torturas, latigazos... Y hay también una permanente reflexión del autor sobre estas violencias. El libro se publica seis años después del final de la primera guerra mundial y en ese contexto es valioso que José Eustasio Rivera observe: "todo hombre armado está siempre a dos pasos de la tragedia".

Otro enfoque de lectura es el del rol de la mujer, que resulta sumamente interesante en esta obra adelantada. Arturo Cova se presenta como un hombre propio de su tiempo y de su clase: machista, mujeriego, que piensa que "la superioridad del macho debe imponérseles por la fuerza, en cambio de sumisión y de ternura". Esto que dice y hace Cova contrasta con la fortaleza de las mujeres que construye Rivera: Alicia, La Niña Griselda, Clarita y la madona Zoraida Ayram son las cuatro mujeres con las que Cova se relaciona a lo largo de la novela y todas, a su modo, son mujeres libres, autónomas, que no están sometidas a ningún varón y que toman decisiones que incluso contrarían al protagonista. Cova, además, defiende a una indígena sometida a abuso sexual hacia el final del libro.

La Vorágine es una obra magistral: monumental, enorme, totalizante. Tiene pasajes en los que el autor muestra una temprana preocupación ambiental, hay denuncia social y habla de un país abandonado por sus gobernantes y devorado por la selva, y habla también de unos personajes que, perdidos en sus pasiones y ambiciones, sucumben ante la naturaleza indomable.


Algunos subrayados
"Antes de que me hubiera apasionado por mujer alguna, jugué mi corazón al azar y me lo ganó la violencia" (p. 11). 

El lazo que a las mujeres te une, lo anuda el hastío (p. 12).

No es cuerdo replicarle a una mujer airada (p. 15).

Usted sólo tiene un problema sumo, a cuyo lado huelgan todos los otros: adquirir dinero para sustentar la modestia decorosamente (p. 26). 

―Con ese traje parecerás un tizón encendido.
―Blanco ―me replicó―: pior es no parecer náa (p. 32).

jué que los indios le mataron a él la jamilia, y como puaquí no hay autoridá, tié uno que desenrearse solo (p. 57). 

el cariño es como el viento; sopla pa cualquier lao (p. 64). 
El cariño y el viento soplan de cualquier lado (p. 295).

Una vez me apañaron antes de acabá el rezo y me encerraron en una pieza, con doble yave; pero me volví hormiga y me picurié (p. 72).

Si alguna culpa podía corresponderme en el trance calamitoso, era la de no haber sido severo con ella, la de no haberle impuesto a toda cosa mi autoridad y mi cariño (p. 72). 

Ella debía perdonarme, aunque no le pidiera perdón, porque le pertenecía con mis cualidades y defectos, sin que le fuera dable hacer distingos en mí (p. 73).

Sepulté en mi ánimo el ardid vengativo, como puede guardarse un alacrán en el seno: a cada instante se despertaba para clavarme el aguijón (p. 79).

cuán dulce era el pensamiento de la reconciliación, que se anunciaba como aroma de sementera, como lontananza del amanecer. De todo nuestro pretérito sólo quedaría perdurable la huella de los pesares, porque el alma es como el tronco del árbol que no guarda memoria de las floraciones pasadas ino de las heridas que le abrieron en la corteza (p. 88). 

La justicia es como el cielo, que nos cubre a todos (p. 95).

En esta sabana caben muchísimas sepulturas; el cuidado está en conseguir que otros hagan de muertos y nosotros de enterradores (p. 100).     

―¡Oh selva, esposa del silencio, madre de la soledad y de la neblina! ¿Qué hado maligno me dejó prisionero en tu cárcel verde? (p. 115).

la superioridad del macho debe imponérseles por la fuerza, en cambio de sumisión y de ternura (p. 129).

Cierta vez la niña Griselda, ausente yo, le daba clases de tiro al blanco. Sorprendílas con el revólver humeante, y permanecieron impasibles, como si estuvieran con la costura (p. 158).

―¡Es que las mujeres debemos saber de tóo! Ya no hay garantía ni con los maríos (p. 158). 

No hemos nacido para reliquias (p. 159). 

a fuerza de ser crueles ascienden a capataces, y esperan cada noche con libreta en mano, a que entreguen los trabajadores la goma extraída para sentar su precio en la cuenta. nunca quedan contentos con el trabajo y el rebenque mide su disgusto. Al que trajo diez libros le abonan sólo la mitad, y con el resto enriquecen ellos su contrabando; que venden en reserva al empresario de otra región, o que entierran para cambiarlo por licores y mercancías al primer "chuchero" que visite los siringales. Por su parte, algunos peones hacen lo propio. La selva los arma para destruirlos, y se roban y se asesinan, a favor del secreto y la impunidad, pues no hay noticia de que los árboles hablen de las tragedias que provocan (p. 165).

―Cuente usted con que la novela tendrá más éxito que la historia (p. 168).

Jamás cauchero alguno sabe cuánto le cuesta lo que recibe ni cuánto le abonan por lo que entrega, pues la mira del empresario está en guardar el modo de ser siempre acreedor. Esta nueva especie de esclavitud vence la vida de los hombres y es transmisible a sus herederos (p. 169). 

En el fondo de cada alma hay algún eposodio íntimo que constituye su vergüenza (p. 170).

Hay que ser avaros con el dolor (p. 172).

Cualquier indio que tenga mujer o hija debe presentarla en este establecimiento para saber qué se hace con ella (p. 175).

peones que entregan kilos de goma a cinco centavos y reciben franelas a veinte pesos; indios que trabajan hace seis años, y aparecen debiendo aún el mañoco del primer mes; niños que heredan deudas enormes, procedentes del padre que les mataron, de la madre que les forzaron, hasta de las hermanas que les violaron, y que no cubrirían en toda su vida, porque cuando conozcan la pubertad, los solos gastos de su niñez les darán medio siglo de esclavitud" (p. 195). 

La mansedumbre le prepara terreno a la tiranía y la pasividad de los explotados sirve de incentivo a la explotación (p. 212). 

los caucheros que hay en Colombia destruyen anualmente millones de árboles. En los territorios de Venezuela el "balatá" desapareció. De esta suerte ejercen el fraude contra las generaciones del porvenir (p. 219). 

Y por este proceso ―¡Oh selva!― hemos pasado todos los que caemos en tu vorágine (p. 221).

todo hombre armado está siempre a dos pasos de la tragedia (p. 237). 

¡Otra vez, como en las ciudades, la hembra bestial y calculadora, sedienta de provechos, me vendía su tentación! (p. 246). 

A tal punto cundía la matazón, que hasta los asesinos se asesinaron (p. 273).

Hoy, como nunca, siento nostalgia de la mujer ideal y pura (p. 278). 

aquel mapa costoso, aparatoso, mentiroso y deficientísimo (p. 284).

a esta pobre patria no la conocen sus propios hijos, ni siquiera sus geógrafos (p. 284). 



La Vorágine
José Eustasio Rivera
Prólogo de Juan Luis Panero
Círculo de lectores, colección "Joyas de la literatura colombiana"
Bogotá, 1984 (primera edición 1924)
320 páginas

viernes, 15 de marzo de 2024

Devenir de la ausencia, de Elvira Alejandra Quintero

"Devenir de la ausencia" es el título de un poema de Elvira Alejandra Quintero en el que escribe el verso: "Ya vendrá el tiempo de los poemas felices", una línea que sintetiza bien el tono de su trabajo poético: una esperanza desencantada, una intemperie en la que el desamparo, la lluvia y el desencanto no cierran la puerta a la posibilidad de destellos de ilusión.

"Devenir de la ausencia" es, además del poema, el título de este grueso volumen de 348 páginas que reúne más de 260 poemas publicados por la autora durante 40 años, entre 1982 y 2022, en ocho libros distintos: "Hemos crecido sin derecho" (Cali, 1992); "La noche en borrador" (Cali, 1998); "La Ventana -Cuaderno de Ana Ríos-" (Cali, 2003); "La mirada de la sal" (Cali, 2004); "Los nombres de los días" (Cali, 2008); "Las memorias de Alejandrina" (Bahía Blanca, 2010); "5000 kilómetros al sur" (Bahía Blanca, 2012), y "Ritos de pasaje" (Popayán, 2017).

La compilación de esta obra poética reunida, presentada en el mismo orden de aparición de los libros, permite conocer la evolución en el proceso de escritura de Elvira Alejandra Quintero, así como sus temas recurrentes. El primer libro nace anclado a Cali y en general en sus poemas son frecuentes los nombres propios de los lugares que habita o que elige como espacio poético: Cali, Nariño, Mocoa, en Colombia, pero también lugares de Perú y Argentina, con referencias específicas al lugar. Hay paisaje, montañas y ríos, pero su escenario habitual suelen ser las calles, esquinas, andenes y parques de las urbes contemporáneas.

El profesor argentino Guillermo Eduardo Pilía señala en el prólogo de este libro que "toda la poesía de Elvira Alejandra Quintero podría resumirse en tres líneas temáticas: el desamparo, la tensión entre amor y desamor y la zozobra existencial". Hay en casi todas las épocas poemas que aborden estos tópicos, y en algunos, sobre todo los más recientes, hay referencias explícitas, con nombres propios, al conflicto armado colombiano y a sus víctimas.

A diferencia de "Intemperies", "Viento" y "Haz que no me pierdan sus palabras", que son poemarios con un hilo conductor temático, en "Devenir de la ausencia" hay un orden cronológico y una vocación totalizante, toda vez que se trata de reunir la obra completa de la autora. En este orden de ideas este volumen permite una mirada panorámica y absoluta sobre la calidad poética de la autora, que construye poemas ricos en imágenes y en algunos casos cercanos al poema narrativo, que cuenta o insinúa una historia.

 
Algunos subrayados
De: "Las voces del día"
Entonces no sabía que lo amaría. 
Y que lo iba a odiar por traicionarme con su muerte.

De "La noche en borrador"
Todo era demorado para llegar. 
La edad 
las menstruaciones 
los viajes 
los novios.

De "Amanecer"
Nuestra habitación se llena con las diarias noticias. 
La cortina trata de impedir la entrada del mundo

De "La pregunta"
La niña que fui se empina para mirarme. 
Me da un codazo. Me pregunta si he olvidado la pregunta. 
Le digo que no he cesado de repetirla. 
Su mirada se vuelve más redonda. 
Le digo que no tengo la respuesta, es más, la pregunta ha crecido.

De "Él"
Mas cuando busco la escritura no encuentro otra cosa que el poema. 
Y el poema es un estado del alma

De "La ciudad"
Soy pedazos, pedacitos de mí. 
No debo aspirar a ser una. 
Es decir, no puedo. 

De "Devenir de la ausencia"
Ya vendrá el tiempo de los poemas felices 

De "Todos los días"
Y después de haber gozado en el sufrimiento de intentar 
aclarar mi pensamiento en la escritura 
repito el desorden, la ambición, la locura, la codicia, 
y me digo que mañana será por fortuna otro día, en que habrá tiempo para los buenos propósitos.

De "Almaguer"
Mi cuerpo te pensaba desde la primera hora del día 
sin yo ordenarlo 
mucho antes de recorrer la casa 
y dedicarme a abrir los grandes portones.


De "De los poetas"
Sí, mentimos los poetas 
cuando nos empeñamos en seguir llorando los amores idos 
en vez de celebrar la ausencia con un buen trago de vino 
que nos prepare para la fiesta de la soledad.



Devenir de la ausencia. Obra poética reunida 1982-2022
Elvira Alejandra Quintero
Editorial Vinciguerra Hechos de Cultura
Buenos Aires, Argentina
Octubre de 2022
348 páginas

Haz que no me pierdan sus palabras, de Elvira Alejandra Quintero

En "Haz que no me pierdan tus palabras" la poeta Elvira Alejandra Quintero compila poemas escritos en distintas épocas, según se indica en el prólogo, con una unidad temática clara: el amor, el desamor, las relaciones afectivas y el sexo.

Guillermo Eduardo Pilía, profesor de la Universidad de La Plata, escribe en el prólogo: "la voz poética de Elvira Alejandra Quintero es personal e inconfundible. Es fácil reconocerla por esa singularidad entre cientos y cientos de voces con las que habla la poesía hispanoamericana de hoy. Profunda, lenta, grave, oblicua por momentos y con frecuencia llana, con sutiles pinceladas de desparpajo, de dulzura, de femineidad, de erotismo. Toda ella se desenvuelve en una atmósfera de atemporalidad, casi siempre en geografías de ensueño, que intensifican su carácter universal".

Este poemario editado en España incluye 75 poemas en los que la autora transita por las distintas etapas del amor: desde el deslumbramiento de los primeros días y el anhelo por la próxima cita hasta el abandono y el desengaño.

En "Ritos", el poema que abre el libro, la autora escribe: "otra Elvira recorre el mundo con los dedos". ¿Son los versos de este libro pasajes de la Elvira Alejandra que firma? ¿o corresponden a esa "otra Elvira" ficcional que se plantea desde el comienzo? El juego de espejos que se plantea desde el inicio se desdobla en el yo y el otro, el amante y el amado. La palabra escrita aparece como el tercer elemento de la relación entre dos: en estos poemas es la palabra la que permite nombrar el milagro, o sanar el dolor. 

Algunos subrayados

De "El libro"
En alguna de las pesadillas soy una poetisa encerrada en su alta torre, dedicada a escribir un libro de poemas de amor.
 
De "Ventana del amor perdido"
Recuerdo que hubo otros poemas en que intentaba lo sórdido, lo oscuro

De "Devenir de la ausencia"
Ya vendrá el tiempo de los poemas felices ceñidos a los cuerpos de las muchachas callearriba cuidando el abrazo del amor.

De "Desdicha"
El amor es una turbia experiencia donde otra vez al fuego se ponen a arder los recuerdos

De "Insomnio"
Sólo espero que esta escritura alivie mi corazón.

De "Ahora"
Mucho he retado a Dios 
diciendo que no existirá más para mí
si no cumple el favor 
de hacer que regreses.


De "Del camino"
Vengo de un país donde no brilla más el sol 
sino el cuchillo que aniquiló los cuerpos 
y los volvió carne sin nombre bajo otros miles de cuerpos.




Haz que no me pierdan sus palabras
Elvira Alejandra Quintero
Pigmalión Edypro
Enero de 2022
Madrid, España
114 páginas